lunes, 10 de marzo de 2008

Mi encuentro conmigo

Este mes de marzo cumplo 40 años de vida, ha sido una vida de búsqueda interior, para encontrar respuestas a tantas interrogantes, ha sido un camino de desafíos para entenderme, para conocerme, recorriendo el camino complejo y a veces duro de enfrentarse a sí mismo, para descubrir muchas cosas que a veces uno no ve, para reconocer mis miedos y mis cojeras.
En los últimos años he trabajado por superarme a mí misma, en perdonarme por aquello que me parece un desacierto, que a la larga he entendido que ha sido necesario para mi proceso de crecimiento y desarrollo.
La vida es muy luminosa cuando uno abre los ojos para verla, está llena de posibilidades, hay que darse nuevas oportunidades y cambiar paradigmas.
Por muchos años no me sentí satisfecha con la vida. La mochila que llevamos, se va llenando de experiencias desde niños y nos va pesando cada día más. Normalmente no nos detenemos a revisarla y botar lo que no nos sirve: pensamientos negativos, masoquistas, destructivos, que son gratuitamente generados por nosotros mismos. Muchas veces, le sacamos brillo y los acariciamos como tesoros, engañándonos y manteniendo la misma conducta, las mismas emociones que se nos quedan pegadas, seguimos llorando y lamentándonos, nos volvemos adictos a la tristeza y nos olvidamos de sentirnos alegres y felices.
A veces la vida parece ser un camino lleno de nudos por deshacer, para lo cual se requiere de la gran paciencia, donde apelamos a nuestra sabiduría y escarbamos en el baúl de los recuerdos, entre la ropa vieja, para encontrar lo que nos sirva para poder resolver nuestras inquietudes y sobrepasar los obstáculos que vamos encontrando, siempre habrá obstáculos en el camino, que normalmente suelen ser oportunidades, todo depende de nuestra forma de verlos.
Nos damos cuenta al pasar los años, que en general, para el viaje de la vida, lo que necesitamos llevar con nosotros no es mucho, que todo lo que necesitamos, más bien está dentro de nosotros: la tolerancia, la flexibilidad, el ingenio, la creatividad y por supuesto el amor, son algunos ingredientes que se transforman en esenciales acompañantes.
Cada día que pasa nos aclaramos más y empezamos a definir con mayor exactitud lo que queremos y lo que no, tomamos conciencia de nuestras decisiones y sus consecuencias, las aceptamos y trabajamos mejor en lo que viene, con más sabiduría, con el conocimiento adquirido y la experiencia vivida.
Tomamos conciencia que el cuerpo, la mente y el alma son uno solo, es una totalidad que nos hace seres humanos.
Tomamos conciencia sobre el sentido de nuestra vida y nos damos finalmente cuenta, con toda certeza, que no importa en qué lugar del mundo estemos o quién nos acompañe en nuestro camino por la vida, si estamos conscientes de nuestra existencia, nos sentiremos más plenos y felices, siempre nos sentiremos en casa.

Karina Angélica Fredes Muñoz